lunes, 5 de marzo de 2012

El Caballito de Altötting

                                                      
                                    París, 1404. Oro esmaltado y cincelado, plata dorada, rubíes, perlas
                                                       zafiros. Altötting, Baviera.


En el año 1404, a pesar de los desvelos del pueblo, la corte parisina era un paraíso de fiestas y lujos. Reinaba por aquellos días las figura de Carlos VI, quien aquejado de brotes de demencia desde una temprana edad, se había convertido en una marioneta en manos de sus tíos los duques, conocidos como Príncipes de Lis.
La reina Isabel de Baviera, languidecía desde los quince años atrapada en un matrimonio con un hombre enfermo por el que llegaría a sentir poco más que afecto. Esta reina moldeó la corte según sus gustos, llenando con ello los huecos de su infelicidad. Así, llenaban sus días tertulias, veladas, fiestas, lujos y amantes.
Precisamente, estas dos últimas cosas darían lugar a esta maravillosa pieza. Era costumbre, en ese mundo de celebraciones cortesanas, regalar lujosas piezas de ornato y orfebrería con motivo del Año Nuevo. La reina, intentando aplacar las iras de su rey debido a sus más que comentados escarceos amorosos, le hizo entrega de este lujoso objeto en el Año Nuevo de 1405.
El conjunto debe leerse de abajo hacia arriba:



En el piso inferior, un palafrenero custodia la montura del monarca (el nombre popular de la pieza, Caballito, viene propiciado precisamente por esta figura). Las arcadas doradas sirven de soporte para el segundo piso, donde encontramos al rey y a uno de los personajes de su séquito.




El soberano aparece ricamente ataviado con una capa decorada con el blasón de su linaje, la flor de lis, y tocado con una corona circular que usaba con frecuencia para disimular su calvicie. Tras él, se encuentra la figura de un león, uno de los símbolos alusivos a Carlos VI.
En el otro extremo, aparece un caballero portando un yelmo rematado en una corona, ofrenda para la Virgen que alude a la idea de Reina de los Cielos.




Finalmente, en el piso superior se encuentra la Virgen con el niño en brazos.




La Virgen aparece rodeada por un rico entramado de flores, representando de este modo la llamada Virgen de la Rosaleda, uno de los temas marianos que tanto se popularizaron en el último medievo.


Más allá de la devoción religiosa, El Caballito de Altötting es una obra de enorme riqueza material, tanto por el oro empleado, como por las piedras preciosas, como por la técnica de esmalte blanco sobre bulto redondo, la cual obligaba a crear piezas de pequeñas dimensiones. Pese a su reducido tamaño, estos trabajos estaban dotados del más mínimo detallismo, como en este caso donde podemos apreciar hasta la moda de la época (véase las calzas bicolores que lleva el palafrenero).


No sabemos si la reina calmó suficientemente los ánimos del rey con el encargo de esta obra, pero lo que es seguro es que a ella le debemos una de las piezas más espectaculares de la corte francesa a principios del siglo XV.


Más información:


París 1400. Les arts sous Charles VI. París, Fayard et Réunion des Musées Nationaux, 2004.


- GAUTHIER, Marie-Madeleine. “ La fin du moyen âge, les joyaux”, en Émaux du moyen âge occidental, Friburgo, Office du libre, 1972.

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